Como ya reconoció el propio Walt Disney hace décadas, el principal problema con Disneyland era la falta de espacio. El parque original construido en California en 1955 actuó como un imán para cientos de moteles baratos, tiendas de recuerdos, restaurantes de comida rápida ajenos a Disney y demás negocios que querían aprovechar el tirón del parque para hacer negocio, estropeando la magia para los huéspedes de Disneylandia.
La compra masiva – y en muchos casos anónima – de terrenos en Orlando se hizo en un afán por evitar los errores del pasado, y crear así una burbuja donde Disney tuviera total control sobre la experiencia de sus huéspedes. ¿Pero qué hacer con California?
En un esfuerzo por revitalizar las operaciones de Disney en la costa oeste, en 2001 se inauguró Disney’s California Adventure tras haberse descartado años atrás otras opciones. Un parque temático que costó alrededor de US$ 1.000 millones y que se posicionó como una alternativa más “moderna” al clásico Disneyland. Los resultados fueron decepcionantes. Frente a los 15 millones de visitantes que atrajo Disneyland el pasado año, California Adventure apenas llegó a los 6 millones – 1 millón menos de lo anticipado originalmente. La crítica fundamental de este nuevo parque se centra en que las atracciones no son imaginativas, que parece un parque cualquiera y que carece por completo de la magia Disney que caracteriza tanto Disneyland como el resort en Orlando.
Recientemente el Consejo de Administración de la Compañía ha aprobado un ambicioso plan mediante el cual se invertirán US$ 1.100 millones durante aproximadamente 5 años para mejorar Disney’s California Adventure (prácticamente más de lo que costó la construcción inicial). Seguro que mejorará, pero sólo con el tiempo veremos si se convierte en una verdadera alternativa al clásico Disneyland. (Foto cortesía de tom.arthur.).
